SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

La práctica política acabó orientando a la teoría de nuestros partidos socialistas y comunistas.-

 

En sus funciones actuales, tanto el P.S.O.E como el P.C, se han equipado con un herramental muy parecido al que precisan las instituciones de los capitalistas.

En primer lugar, necesitan aportaciones periódicas de dinero para pagar locales e instalaciones en que situar sus sedes, sus oficinas; el alquiler de los inmuebles adecuados para grandes reuniones, el material para publicaciones, propaganda, gastos de viajes, comidas; los sueldos de todos los empleados que mueven este notable aparato, así como la Seguridad Social de los mismos, etc.

A estos gastos, tanto las instituciones patronales, como las de los trabajadores, pueden hacer frente con las cantidades que el Parlamento prepara para este fin. Ya hemos visto en otro lugar, la forma en que se calcula lo que corresponde a cada institución.

En todo caso, lo que interesa aquí, es señalar este paralelismo, este trato igual a trabajadores, y empresarios, en lo que se refiere a sus representaciones políticas y sindicales.

El fundamento teórico y práctico de este tratamiento igualitario, no es otro que la función conjunta, de unos y otros, en la reproducción de las relaciones que los unen en el trabajo, en la producción.

Convenir los salarios, la jornada, los rendimientos exigibles, la adecuación constante de la plantilla a las necesidades cambiantes de la empresa; señalar un salario mínimo interprofesional, una jornada máxima, unas vacaciones y permisos mínimos, unos descansos obligatorios, unas normas de seguridad, unas indemnizaciones en caso de extinción (finalización) del contrato por conveniencia del empresario; señalar un sistema de pensiones, de subsidios; y de forma más general, establecer una asistencia sanitaria universal (para todos), y una enseñanza general obligatoria.

Convenir, concertar, todo ello, a nivel de la empresa, a nivel del sector (construcción, metal, hostelería), y nivel estatal (en el Parlamento), es la función esencial de las instituciones de empresarios y trabajadores, y por la que merecen que se les pague, no solo los gastos que ello les ocasiona, sino los sueldos, salarios, dietas (gastos de viajes, comidas y hoteles donde dormir, ocasionados por el propio trabajo), así como las instalaciones materiales precisas.

Esta función conjunta, en colaboración, les iguala, no solamente, en esta paridad de trato, en lo que al dinero se refiere, sino a los honores, tratamiento personal (los parlamentarios son “su señoría”), asistencia a actos solemnes, representación en las principales instituciones.

Tanta coincidencia en sus actividades y en sus principales objetivos, hace que los miembros activos de unas y otras instituciones, de trabajadores y de empresarios, participen de una formación, de una preparación, de una “cultura” común. Hoy día, un dirigente de una institución empresarial y uno de una de los trabajadores, utilizan el mismo lenguaje, los mismos datos, los mismos conocimientos; si bien, si hay público delante, procurarán hacer ver que dicen cosas distintas.

Esto tiene toda la lógica; están hablando del mismo sistema, del mismo crecimiento, del mismo desarrollo.

Una de las consecuencias, que consideramos de gran importancia en este estudio sobre el comunismo, es el efecto que todo esto tiene en la formación de los militantes de las instituciones de los trabajadores.

Pensemos en los miembros del P.S.O.E y P.C.  (o Izquierda Unida) que entran en el Parlamento. En los grupos o comisiones entre los que se distribuyen, deberán hacer frente a estudios relacionados con la Defensa, Asuntos Exteriores, Economía y Hacienda, Trabajo, Educación, Fomento, etc. Para ello, deben documentarse, prepararse, para, todos en común, sacar adelante las leyes y acuerdos que permitan apoyar el objetivo común perseguido: el mejor funcionamiento del capital en sus distintos ciclos. Las diferencias que surjan en cuestiones como el aborto, la obligatoriedad de la religión, el terrorismo, los nacionalismos, etc., no afectan para nada, o muy lateralmente, al objetivo principal. Con y sin aborto, con religión obligatoria o no, con o sin nacionalismos, con y sin terrorismo, los problemas del desarrollo y reproducción del capital, son sensiblemente los mismos. En el país del capitalismo triunfante, los E.E.U.U., donde no existe el partido socialista, ni el comunista, ni falta que les hace, este tipo de problemas que acabamos de citar (junto con el de la pena de muerte), no distrae a sus parlamentarios de la tarea central que tienen en común: (su Presidente lo dice muy bien) “Las empresas americanas no deben encontrar obstáculos en su desarrollo”.

Cuando el parlamentario del P.C., lleva diez años con estas prácticas, su visión sobre las instituciones y la relación de éstas con la producción, con el trabajo, ha de coincidir con lo que se conoce como la visión socialdemócrata. Si no es así, se retirará del frente activo; dejará la política, o se irá del partido.

La razón es que, en toda la extensión que haya podido alcanzar su actividad institucional, no habrá podido encontrar otros elementos, otras relaciones, que las que constituyen el sistema institucional de la socialdemocracia. O la socialdemocracia, o el puro liberalismo; no ha visto otro resquicio.

 

Si la experiencia del dirigente comunista ha tenido lugar en un Parlamento de Comunidad Autónoma, en una Diputación (especie de paraguas-coordinador de los Ayuntamientos de su provincia), o en un Ayuntamiento, los resultados no van a cambiar mucho. Socialdemocracia o liberalismo; puros o combinados. Eso es lo que se reparte.

Un partido como el P.C., o como el P.S.O.E, cuya pretensión única es la de participar en las instituciones, para, a través de ellas, conseguir las mejores condiciones en la prestación de su actividad por parte de los trabajadores (salario,  jornada, seguridad, ambiente apropiado), así como en las demás condiciones de su vida (pensiones, sanidad, educación, medio ambiente); han de centrar sus objetivos, y así lo hacen, en conseguir su mayor presencia, y si es posible su control, en las instituciones que acabamos de citar.

Al centrar en ese objetivo lo esencial de su actividad, el principal medio para conseguirlo, ha de ser tener el mejor resultado en los procesos electorales, a través de los cuales, se eligen los miembros de esas instituciones.

Para tener éxito en esta tarea, es preciso contar con individuos que tengan determinadas características para presentarlos como candidatos a los puestos que salen a elección. Han de saber expresarse con claridad, ser conocidos (lo más posible) por los electores, tener un cierto nivel de conocimientos generales (aunque el caso de Lula, en Brasil, deja suficientemente claro en qué consiste esa exigencia), una cierta seguridad en sus planteamientos, sobre todo al enfrentarse con los “tiburones” del capital.

En la elección de los candidatos, en las actividades electorales de los mismos (mítines, entrevistas, presencia en actos sociales –ferias, fiestas, manifestaciones-), en el conocimiento de los adversarios (sobre todo sus debilidades), etc., se precisa contar con personal especializado en este terreno. Este personal, en la medida en que contribuye a que el candidato llegue a ser parlamentario, alcalde, presidente de Gobierno, acaba teniendo  un gran peso entre los miembros del partido.

Como puede apreciarse, en estas tareas, las principales del partido según hemos visto, acaba formándose, porque es indispensable, un aparato electoral, un aparato político, un aparato administrativo (papeles y gestiones), un aparato económico (los dineros); que juntos constituyen lo que se conoce como “el aparato” del partido.

El trabajador joven que se interesa en el comunismo, o simplemente por la suerte de los obreros, y se acerca por una sede (casa) del partido, se encuentran con esta gente del aparato.

Me gustaría apuntarme al partido, para hacer algo, dice. De acuerdo con su domicilio, su tipo de trabajo y sus preferencias, lo “encuadran” en una de las actividades, con lo cual queda incorporado a la familia comunista y a sus funciones políticas.

En esta práctica política, a la que se incorpora, no va a aprender lo que es el comunismo. Ayudará a que los obreros tengan un valedor en las instituciones, un representante suyo que cuide de sus intereses,  una casa donde se le escuchará, un sindicato que lo defenderá. Pero, por mucho tiempo que dure su práctica política en el partido, no se encontrará, ni  con una actividad que tenga algo que ver con el comunismo, ni con un soporte teórico, unos conocimientos, aunque sean elementales, que le sitúen en el punto de vista que tuvo Marx sobre el trabajo y sobre el lugar del trabajador en la sociedad: sobre el marxismo.

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